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La hormona de crecimiento bovino (BGH) ha sido creada de manera sintética para incrementar la producción de leche en las vacas. La somatotropina recombinante bovina (rbST) es un duplicado sintético de la BGH, que es un suplemento proteico natural para las vacas. La BGH se encuentra naturalmente en la leche.

Existe una controversia por la venta de productos con rbST. A inicios de la década de 80, movimientos de consumidores y ambientalistas empezaron a presionar al gobierno de Estados Unidos y a la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) para prohibir el uso de la rbST en la producción lechera.

Consecuentemente, han surgido una serie de investigaciones científicas, estudios sociales y económicos que corroboran las preocupaciones de los consumidores, ambientalistas y ganaderos. Estos sectores temen los efectos que la rbST pueda tener sobre los seres humanos, vacas y pequeños agricultores. Otros temen que la venta de rbST afectará el comercio local e internacional de productos lácteos, pues no cuenta con la aceptación de los consumidores.

En Europa hubo una prohibición en las importaciones de carne contaminada con la hormona del crecimiento desde 1989. Esto sucedió simultáneamente con un incidente relacionado con carne contaminada con la hormona esteroide dietil-stilbrestrol (DES) y la enfermedad de las vacas locas.

 

 

La producción elevada de bST puede causar mastitis o infecciones a las ubres de las vacas y a su vez, puede producir leche con pus. Varios grupos de consumidores además se han preocupado por complicaciones médicas inesperadas, trazas de antibióticos en la leche y en la carne y efectos por el aumento del factor de crecimiento (IGF-1), que es semejante a la insulina.

 

 

Otro temor es el uso de medicamentos basados en la penicilina (bactum-lactam), que es el antibiótico más comúnmente para tratar la mastitis.

Los consumidores tienen temor de los potenciales efectos carcinógenos de concentraciones más altas de IGF-1 en la leche que lo normal. La IGF-1 estimula el crecimiento de las células intestinales aumentando así el riesgo de crecimiento intestinal anormal.

 

Existe una serie de estudios publicados acerca de la transferencia de DNA genéticamente modificado (GM) a partir de comida para animales hacia la leche, los mismos que metodológicamente son defectuosos; sin embargo, indican que es posible transferir el DNA de alimentos GM a la leche. Y esto ha sido confirmado en un estudio no publicado del Instituto Weihenstephen de Fisiología y de la Universidad Técnica de Munich.

 

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